Los mandalas que quedaron diseminados cambiaron la energía del lugar |
Hace un par de semanas estuvimos haciendo mandalas an el Parque del Retiro, habíamos ido con el grupo de Educacion Infantil. Nos colocamos en un espacio mandálico donde una mujer justo había estado haciendo tai chi.
Los mandalas se hicieron con los elementos naturales encontrados en el jardín |
El mandala es una imagen del centro, existe en todas las culturas, en nuestro contexto lo podemos encontrar en los rosetones de las catedrales, en las rotondas de los jardines y en diferentes formas decorativas. En oriente hay los más hermosos mandalas, en el Tibet mandalas de arena. En otras culturas se viven mandalas bailados. Se encuentra en todas las civilizaciones, es un arquetipo universal, una imagen numinosa con gran carga emocional. Por lo general los mandalas tienen el carácter de lo efímero, se hacen y se deshacen después, o se deja que las contingencias del tiempo lo hagan por nosotros. A través de este gesto de construcción y de destrucción, aceptamos los cambios innerentes a todo lo vivo y a toda materia.
Los mandalas, círculos, se han relacionado con la protección, es una forma envolvente que nos hace sentir en cobijo. Los magos y brujas los han utilizado en sus conjuros, en diversas religiones se usa el círculo cuando se pide lo bueno.
Hoy en día encontramos numerosa bibliografía en torno al mandala, inclusive libros con mandalas para colorear. En diferentes talleres se trabaja el mandala en la comprensión de sus efectos benéficos y sanadores.
Mientras hacemos un mandala, si nos tomamos el tiempo, conseguimos entrar en un espacio interior muy precioso, un lugar de calma. El mandala refleja nuestro momento psíquico y de alguna forma, hasta en los tiempos más caóticos, ayuda a equilibrarnos. Haciendo mandalas recuperamos un tipo de orden interno, una clase de armonía. Trazando un mandala viajamos a nuestro centro, pasamos por nuestra corteza, nuestros espacios de protección, viajamos a través de nuestra vulnerabilidad, llegamos al centro. Comunicamos el exterior- interior y nos hacemos un poco más conscientes de nuestra unicidad. Ningún mandala es igual a otro, lo mismo que todos somos semejantes y maravillosamente distintos a la vez.
En esta época en que es difícil tener tiempo para según qué cosas, sobre todo para las que no significan logros exteriores cuantificables, darnos ese espacio y ese tiempo que implica hacer un mandala no es fácil. Solemos ir apresuradamente y no nos permitimos instantes de recogimiento. Pero todo es cuestión de proponerse hacer de otra manera. Una escuela donde permitiéramos al niño "ser" y tener su tiempo, sería una gran revolución. Las grandes transformaciones, aparecen en las pequeños e importantes gestos.
Para abundar sobre este arquetipo y su relación Occidente- Oriente lo mejor es el libro de Jung El secreto de la flor de oro.
Los mandalas, círculos, se han relacionado con la protección, es una forma envolvente que nos hace sentir en cobijo. Los magos y brujas los han utilizado en sus conjuros, en diversas religiones se usa el círculo cuando se pide lo bueno.
Hoy en día encontramos numerosa bibliografía en torno al mandala, inclusive libros con mandalas para colorear. En diferentes talleres se trabaja el mandala en la comprensión de sus efectos benéficos y sanadores.
Mientras hacemos un mandala, si nos tomamos el tiempo, conseguimos entrar en un espacio interior muy precioso, un lugar de calma. El mandala refleja nuestro momento psíquico y de alguna forma, hasta en los tiempos más caóticos, ayuda a equilibrarnos. Haciendo mandalas recuperamos un tipo de orden interno, una clase de armonía. Trazando un mandala viajamos a nuestro centro, pasamos por nuestra corteza, nuestros espacios de protección, viajamos a través de nuestra vulnerabilidad, llegamos al centro. Comunicamos el exterior- interior y nos hacemos un poco más conscientes de nuestra unicidad. Ningún mandala es igual a otro, lo mismo que todos somos semejantes y maravillosamente distintos a la vez.
En esta época en que es difícil tener tiempo para según qué cosas, sobre todo para las que no significan logros exteriores cuantificables, darnos ese espacio y ese tiempo que implica hacer un mandala no es fácil. Solemos ir apresuradamente y no nos permitimos instantes de recogimiento. Pero todo es cuestión de proponerse hacer de otra manera. Una escuela donde permitiéramos al niño "ser" y tener su tiempo, sería una gran revolución. Las grandes transformaciones, aparecen en las pequeños e importantes gestos.
Para abundar sobre este arquetipo y su relación Occidente- Oriente lo mejor es el libro de Jung El secreto de la flor de oro.