Con mi vestido del martes de la performance "Ente-Pato corporativo" |
Leí una noticia, una nueva medida del Sr. Trump diciendo que pide a las empleadas de la Casa Blanca que se vistan como mujeres. Eso me dejó perpleja, luego estuve ojeando las fotos que han empezado a poblar las redes sociales en respuesta a tal petición. Con el lema #Dresslikeawoman diferentes mujeres colocaron imágenes de lo más variopintas acerca de lo que sería una estética de "mujeres".
Algunos datos físicos para que me puedan vestir |
Eso me hizo recordar una performance que desarrollé con mi compañera María Román durante el curso 2006/2007 en la que trabajamos el asunto del uniforme de maestra, inventándonos cinco uniformes para vestir cada día de la semana, con el guiño de ir vestidas igual o con los colores intercambiados. A través de esta performance sencilla y que se instaló en el tiempo, observamos las reacciones ante la repetición de una vestimenta y en la reiteración en dos mujeres vestidas igual en el ámbito académico, dentro de una pauta de "normalidad". Eso nos hizo reflexionar mucho sobre la identidad de género y los papeles que se espera de cada uno. Intercambiamos en interesantes conversaciones en aquellas comidas en que nos encontrábamos en los espacios de la universidad vestidas de forma gemelar.
Pues bien, este Sr. Trump está consiguiendo reacciones muy creativas en el mundo del arte y como no quiere la cosa se está convirtiendo en fuente de inspiración. Suele pasar, ante las provocaciones que coartan libertades, los humanos tenemos una gran capacidad de reacción desde la poética.
El día siguiente a la noticia tenía clase de educación artística, así que me vestí con el uniforme del martes de la antigua performance que os comento, #Dresslikeawoman. Lo elegí porque era mi vestido favorito y además el año en que lo usé ese día tenía mi clase de sueños, otro plus a que me gustara tanto.
Y en la clase de educación artística de este año propuse lo siguiente:
Unas sencillas normas para vestirme |
Que los estudiantes se encarguen de vestirme para las clases de los lunes. Llegarán con mi ropa y me cambiaré en el baño. Cuando termine la clase me volveré a cambiar y les devolveré la ropa.
Pusimos unas normas sencillas para evitar sorpresas. Como unas instrucciones de uso.
Me siento muy motivada dejándome en sus manos, un poco como una muñeca a la que se le ponen vestidos, creo que va a ser un espacio brutal para la reflexión mutua.
Espero que nos sirva para indagar sobre imagen, cultura visual, identidad, roles en la enseñanza y proceso artístico. Como laboratorios humanos que somos.
No se trata de disfrazarme, aunque pueden hacer lo que quieran, se trata de vestirme. Todo lo que nos ponemos los humanos es disfraz y nos etiqueta y nos mete en grupos definidos, todo. Es verdad que el hábito no hace al monje pero en general a alguien con hábito se le trata como un monje. A los judíos se les puso la estrella amarilla en la segunda gran guerra y luego se les intentó exterminar. A ver qué incuban y cómo nos sorprendemos cada semana.
Ojalá que la experiencia nos lleve por un camino de descubrimiento mutuo, en mi clase hay muchas mujeres, con lo cual espero también que la proyección de la sombra psíquica sea benévola, y su ánimus interno amoroso, de los pocos hombres que tiene el grupo también aguardo lo mejor.
En cualquier caso confío en ellos.
Me parece una idea genial, actual, inspirada desde lo peor de Trump y sus descabelladas y descerebradas propuestas trasformada por tu inspiración para reflexionar y crecer en el aula en lo poético. Aplauso sonoro y mi admiración. Llevarán siempre consigo el aprendizaje.
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