miércoles, 26 de febrero de 2020

Somatizar con una película como detonante y hacer un Orlan sin pasar por el quirófano

El pasado lunes sí que somaticé de veras. Habíamos terminado de ver la película La lengua de las mariposas, esa maravillosa obra de José Luis Cuerda y tenía el corazón en un puño. Bajamos al aula de arte y no me quitaba el frío del cuerpo, pensé que era por la película pero que se quedaría la cosa ahí. Pero no. Me fui sintiendo mal, revuelta. Fui al baño con una especie de cólico y no me dio tiempo a reaccionar, me desmayé y me di un porrazo considerable. Me desperté de una especie de visita al paraíso -siempre me pasa cuando me desmayo, la última vez fue en el 2015- una tremenda sensación de paz y confianza. Si la muerte es eso, no está mal.
La cosa es que después me toqué la frente y noté una protuberancia bestial, me miré en el espejo y realmente parecía una especie de cráter picudo o un cuerno. Me había hecho sin pasar por el quirófano un Orlan (Para quien no la conozca que ponga en Google « Orlane performance »). Salí del baño. En el rellano entre clases se encontraban algunos compañeros, ya siento el susto que les di cuando me levanté el flequillo. Fueron muy amables. Llamaron al Sámur y yo que no voy nunca al médico tuve que ir. Mis estudiantes también fueron muy amables, aprecio el gesto de los que se quedaron hasta bien tarde preocupados por mi. Luego tuve la suerte de encontrar a mi amiga Carmen que me acompañó a La Paz, allí me aplicaron el protocolo, me hicieron una analítica, etc etc y en el informe escribieron que no me desmayé y que puedo tomar paracetamol si me duele la cabeza (les dije que me desmayé y que soy alérgica al paracetamol por supuesto).
Ayer pasé el día en la cama, sin comer, dormitando. Hoy he empezado a sentir que recuperaba fuerzas. Todo este tiempo no he parado de recibir presión de la universidad y sus mil tareas, me he tenido que imponer a mi misma para quedarme en casa y no salir ante el peligro de derrumbarme en la primera esquina.
Creo que lo que me ha pasado ha sido un tipo de somatización brutal y definitiva de lo que resiento que la universidad se ha convertido en los últimos tiempos. Un lugar muy tóxico. Las profesiones vocacionales son las que tienen más burn-out. He empatizado con el profesor de la película que vomita tras sentir que llega la guerra y por tanto la brutalidad y el mal, porque como él dice el infierno está aquí. 
Sé que tendré que poner más conciencia, para saber cuidarme bien y protegerme mejor de los malvados. Centrándome en apreciar las personas de buen corazón pues es lo más importante en esta vida. Mis estudiantes futuros maestros también convendría reflexionaran acerca de los riesgos que nuestra profesión entraña.

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