martes, 11 de febrero de 2020

¿Qué es esto de someterme al Bolonio? ¿Qué está pasando?


Cuando terminé las clases de Educación Artística el año pasado, y tras reposar el incremento de estrés fin de curso que solemos sufrir todos, me sentí muy satisfecha haciendo balance de lo que habíamos construido juntos. Disfrutamos de sesiones muy participativas, donde los estudiantes compartieron su entorno y consumo visual y pudimos analizar capítulos de series desde la transversalidad, realizamos actividades participativas, performáticas, integrando música y meriendas. Todo ello en un clima de debate y de creatividad.
Es cierto que se trataba de un grupo muy competitivo y por otra parte entregado. Yo estaba por lo tanto muy agradecida con lo que tuvo lugar y aprendiendo también de mis errores y de los tiempos en que seguramente me entusiasmé por demás con las actividades y pudieron sentirse abrumados.
Bueno la cosa es que cuando en algún momento después leí las evaluaciones anónimas me quedé impactada con que un buen número de ellos se sentía frustrado porque con el sistema abierto en que el estudiante regulaba sus tres horas y media de asistencia a clase, sentían haber perdido contenidos y experiencias (se habían perdido lo que pasaba cuando no estaban en clase, cosa que por cierto se debatió en su día, pues en la vida siempre estamos eligiendo y si estamos en un lugar no estamos en otro), además la forma de trabajar elaborando a partir de sus demandas y acompañando ese proceso de forma abierta, aplicando el programa de una manera muy creativa, les daba la sensación de que habían perdido algo del programa oficial.
La verdad que como soy una maestra vocacional y me gusta mi trabajo, leer estos testimonios me dejó pensando. Y me dije que quizás, todos estos años en que llevo en ruptura con el estricto sistema Bolonio, quizás requieran ser revisados.
Compartiendo una silla
Se suponía que Bolonia iba a posibilitar la individualización en el trato con el estudiante, pero la realidad es que con Bolonia los grupos aumentaron su tamaño. La flexibilidad en el tiempo de clase se me ocurrió al ver que tenía más de 60 personas matriculadas, y que en principio ese enorme grupo tenía que permanecer junto dos horas enteras en el llamado tiempo de “teoría”. Pero en nuestra área, la teoría no va sola, está fuertemente enraizada en la práctica, y para debatir, en un grupo tan numeroso me parecía muy complicado.
Este año las matrículas ya llegan a casi los 80 estudiantes por aula. 
Entonces el primer día de clase, este año, les comenté la realidad de los hechos. Que me apenaba, pero en vista de lo acontecido, era necesario intentar un cambio.
Hemos empezado con la división salomónica del grupo. Y de momento, el tiempo con todos ellos juntos ha sido caótico. Es cierto que hemos estado en el aula de arte, donde no hay ni siquiera sillas para todos. Y puede que la acústica no sea buena. Puede también que el aula invite a compartir y hablar, cosa que en principio no me parece malo, el problema es cuando estamos casi 80 en un aula. 
En cualquier caso está siendo muy interesante, ayer tuvimos nuestra segunda clase, pues la primera fue el arranque, y de hecho disfrutamos nuestros primeros tiempos de taller y ahí todo fluyó adecuadamente.
Pero tras la fallida teórica, los tiempos rígidos, donde no se consigue ni escuchar un audiovisual y donde la gente sale escopetada porque pierde el bus (un estudiante me dijo “lo siento profe yo me quedaría pero es que pierdo el bus”), claro, resulta que acabó el visionado a las 19:08 y la hora de salida de la teórica es a las 19:00.
Me he dado cuenta cómo durante más de cinco años me he salvado de este tipo de sensaciones. Del ruido repentino de todo el mundo recogiendo para marcharse porque es la hora, aunque aun estés hablando (eso el primer día a las 19:00 en punto). Claro estamos estresados como me decían ayer, desde los 3 años, porque los niños de 3 años ya están estresados.
Qué mundo de mierda construimos para nuestros niños aceptando como normal el estrés congénito.
Ayer tras la “teórica”me sentí absolutamente miserable, sabía que no era algo personal de ellos contra mi. Como cuando no se puede guardar silencio porque a mi me educaron en el “si hablas te sales de clase” y hasta a golpe de regla en la mano, como les contaba ayer para su asombro. 
A lo mejor si no has recibido esa experiencia te es más complicado regular los tiempos de silencio también, repensar la disciplina como algo interno, no externo. Pensar eso me es muy triste.
En fin, a mi también me cuesta la disciplina, a mi también me cuesta callarme en según qué situaciones. La verdad es que les entiendo, yo también tengo mis propias dificultades.
Luego en la parte práctica del grupo partido que tocaba de nuevo me recompuse y dejé de sentirme miserable.
Inspirada por mis estudiantes de arte terapia que mencionaron un club de lectura para nuestras clases, se me ha ocurrido que podríamos crear un “Club de tertulianos posbolonios”, terminada la clase, para quedarnos por el placer de hablar y compartir en un grupo nada bolonio, y sí humanista, entre las 20:30 y las 21:30... sin obligación curricular de por medio.  Eso significaría, llegar muy tarde a casa, soy consciente. Quizás el tiempo de utopías, acabó ya.

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