miércoles, 14 de febrero de 2018

El amor incondicional de Caperucita

Yo con un trajecito flamenco que me cosieron mis tías, recuerdo haberlo usado solo para hacer fotos
Los adultos, cuando conocemos a alguien y nos enamoramos, solemos pedirle amor incondicional. La mayoría de las relaciones no funcionan entre otras cosas por eso, amar incondicionalmente a un adulto es muy difícil y puede ser hasta sospechoso (Mirad el libro de Rosenberg El síndrome del imán humano. Narcisistas, codependientes y su relación disfuncional). El único amor incondicional que podríamos esperar es el nuestro, de nosotros a nosotros mismos, pero generalmente no solemos hacerlo. Queremos que otro nos ame y acepte incondicionalmente mientras que nosotros no somos capaces de hacerlo a nuestra vez. 
Un niño sí merece amor incondicional de sus padres o sustitutos paternos, pero es difícil que lo reciba. Generalmente esos mismos padres o sustitutos no recibieron amor incondicional de los suyos y el niño que tienen ahora entre manos, sencillamente es alguien disponible.
Esto lo describe maravillosamente la psicoanalista Alice Miller, cómo el niño está siempre disponible para el adulto, y cómo no suele ser amado incondicionalmente.
Es por eso que a las Caperucitas y Caperucitos los echamos al bosque a una edad en que no están preparados y les cargamos con lastres u obligaciones que son nuestras, como ocuparse de la abuela enferma (¿No sería más lógico que lo hiciera la madre? por línea generacional es a ella a quien le compete).
Hoy celebramos San Valentín, y aparte que sea una fecha comunmente utilizada para intentar hacernos consumir, podríamos aprovechar para renovar los votos de amor incondicional por nosotros mismos. 
Nunca es demasiado tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario