Fabricando sin parar hombrecillos de chocolate |
No imagino que Paul McCarthy al diseñar su factoría de chocolate, tremenda instalación en la Casa de la Moneda en París, pensara en los niños particulamente, pero tampoco me lo imagino desaconsejando la visita a niños y adolescentes como se extendió luego por las redes, de hecho yo fui con una niña de cuatro años que disfrutó mucho la muestra. Puede ser que MacCarthy pensara en nuestro ser interno en el que habita un niño siempre y desde luego la instalación evoca un cuento de hadas, ya estamos viendo que los cuentos de hadas pueden ser muy duros, violentos y obscenos, no se empezaron a contar para los niños, pero indudablemente formaron parte de la tradición oral que educaba y culturizaba generaciones.
En fin, lo cierto es que esta muestra, instalación viviente y performática, irreverente y sutil, me gustó mucho.
El tremendo olor a chocolate y, la producción incansable de estos "petit bon homme" con el autorretrato del artista portando una especie de falo-árbol-juguete sexual en la mano, impresiona. Sobre todo el olor tan fuerte y el sonido de la fabricación mezclado con las alocuciones de algunos videos que se proyectaban en las paredes.
El chocolate se ha relacionado con los excrementos y estos con el dinero, parece que no es casual que esta propuesta se desarrollara precisamente en "La Monnaie de Paris" ahí donde se hace el dinero. Además los hombrecitos de chocolate que se producían sin pausa se podían comprar (y comer). La exposición tiene un punto onírico, con esas camitas amontonadas, es muy inquietante y lúdica a la vez. En ella participan las mejores paradojas del arte contemporáneo. El sentido del humor está presente, y es negro como el porcentaje de chocolate que se utiliza en la composición de estos hombrecillos.
Efectivamente esta exposición y a pesar de que McCarthy sufriera un acto vandálico en uno de sus objetos inflables El árbol gigante de MacCarthy desinflado y en su propio rostro abofeteado, se pudo hacer. Como dice mi amiga Diana, efectivamente tenemos la suerte de vivir en un mundo donde la libertad de expresión es posible, aunque el poder es el que indica cómo divulgarla y dónde están los límites y dónde la ilegalidad, nada comparable a otros lugares donde te pueden ajusticiar por ver una película de Hollywood (como explica la chica norcoreana en el video que corre por las redes).
Confieso que yo también cometí mi pequeño acto transgresor y comí un trocito de un hombrecillo que otro arrancó para mi de una de las figurillas, estaba realmente delicioso.
Por un trabajo que hice en una fábrica de chocolate sé que el olor es tan penetrante que empalaga. Tu descripción me ha trasladado inmediatamente. me encanta cómo contribuyes a la magia al probar el dinero-chocolate (los aztecas lo usaban como moneda de cambio), algo que la niña que te acompañaba y la que nos acompaña siempre, saben bien de la necesidad de experimentarlo todo y que viva la libertad.
ResponderEliminarEn esta instalación el olor era muy fuerte pero no empalagoso, era chocolate negro poco azúcar ;)
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