Sí, clase-terapia, no arte-terapia.
El pasado lunes 6 llegué a clase hecha polvo. No terminaba de irse un tremendo dolor de cabeza, me dolía también la garganta y me estaba empezando a moquear la nariz no hacía mucho.
El domingo había pasado un choque emocional y se habían sucedido las cosas como lo relatan los expertos en neuroemoción: choque emocional inesperado, imposibilidad de comunicarse y ser comprendido, incapacidad de encontrar una forma de evacuar el dolor.
Lo cierto es que me puse a llorar, pero aunque sé que generalmente si no me permito "llorarlo todo" acabo moqueando, decidí hasta dónde era prudente llorar para no tener los ojos destrozados el lunes. La cosa es que pasé una noche terrible de insomnio y a la mañana el dolor de cabeza era infernal, no soportaba la luz.
Enseguida me di cuenta del origen emocional de todo. Comprendí, que en vez de seguir revisando una tesis y luego trabajando con los blogs de educación artística, tendría que haberme puesto a dibujar, pero no lo había hecho.
Llegué a la universidad arrastrándome.
Asistí a una tutoría con tres estudiantes de prácticas, estaba con la cabeza como un bombo y eso que me había dopado, pero sorpresivamente, según la reunión avanzaba me fui sintiendo mejor.
Cuando un poquito después empecé la clase de educación artística y me dieron el uniforme del día mis estudiantes, estaba helada y cada vez esa especie de costipado alérgico me invadía más.
Me puse el traje con dudas porque pensé que igual cogería más frío (esa educación recibida como si el frío fuera algo solo externo). La cosa que me vistieron de galleta, de mandala, porque íbamos a hacer un taller de mandalas con obleas y chocolate.
Fue mágico, estuve hablándoles del sentido sanador del mandala mientras yo misma estaba vestida con uno. Y les conté las teorías junguianas a partir del hermoso libro de Jung con prólogo de Wilheim El secreto de la flor de oro y luego el concepto del ser interno y el niño herido de Krishnananda, que me parece realmente muy verdadero y una gran oportunidad a aplicar en nuestras vidas.
Se me quitó el frío muy pronto, salimos a hacer mandalas con corros en el patio y yo iba con mi traje de galleta, ningún frío, escuché a alguna estudiante diciendo que se ponía el abrigo para no "enfriarse" y me sentí identificada, con mi historia, cuando era niña y mis tías me ponían el agobiante verdugo "no te vayas a enfriar" y yo con la garganta encogida.
Los corros de la patata que terminaron siendo tres y emulando el concepto de las capas del ser de Krishnananda preciosos.
Y terminé el día sin ápice de enfermedad, llegué a casa y estaba incluso no demasiado cansada y sin ningún síntoma.
Gracias queridas estudiantes porque me habéis curado. La clase del lunes fue: Clase-terapia.
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