Vivimos en un mundo muy complejo, desde hace relativamente poco tiempo en nuestro medio occidental los niños no trabajan. Cuando estaba haciendo el trabajo de campo de mujeres de 0 a 100 años, encontré que algunas de las mayores que cuentan ahora a partir de 60 años, en medios rurales o bien urbanos, tienen relatos de haber comenzado a trabajar de niñas, como Dona Rosa que aprendió con 8 años a hacer flores, y hoy con 90 aun trabaja.
Es un asunto polémico, actualmente de una parte se defiende el derecho de la infancia a ser infancia, y se entiende que los niños no trabajan. Verdaderamente los niños en todas las sociedades han trabajado siempre. Es importante el haber recuperado el derecho del niño a ser educado frente a la explotación de su mano de obra, pero también hay que pensar que es bueno que el niño tome cuenta de su responsabilidad en la sociedad a que pertenece.
Hoy en occidente podemos correr el riesgo de educar a niños que se sienten con el derecho de recibir sin dar nada hasta muy pasados los veinte años, con gran dolor en el fondo para ellos mismos. Mientras algunos psicólogos hablan del síndrome del emperador, y del niño tirano, como fruto de esta contemporaneidad, en otros lugares hay niños que no tienen nada, que se lanzan a la calle a vender bolígrafos o caramelos, sin ninguna protección. Hay que entender el trabajo de la Fundación en contexto, pero creo que también ayuda a reflexionar sobre la forma en que responsabilizamos a nuestros niños que, lo tienen todo, de lo que es crecer en un mundo desigual.
Niñas vendedoras en una plaza cerca de Salvador de Bahía, hace unos años
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